miércoles, 31 de agosto de 2011

Consentimientos Alucinógenos






Alucinógenos gérmenes consentidos
en largas tardes de invierno.
Azules pastillas de atrevimiento 
que se atragantaron sin remedio. 

En hojas en blanco masticadas 
con los dientes amarillentos 
unos lápices sin punta escriben 
versos de tiempos pretéritos. 

Lo confieso, lo he consentido: 
a mí, mis propios miedos.
A ti, tus finos hilos
moviendo mis tristes dedos.

A vosotros, compinches en vida, 
los más variopintos excesos.
Y miradas de dulce envidia,
a ellos, personajes ajenos. 

Qué siniestros se vuelven los recuerdos 
cuando nos sabemos culpables y reos. 
Qué ignorantes enanos vemos
al mirarnos en los espejos.

Qué heridas supurantes vamos a cicatrizar 
si en ellas vertemos venenos?
Qué hacemos aquí parados 
viendo pasar el tiempo?

Qué esperamos encontrar valioso 
si hemos perdido el centro?
Qué queremos para nosotros 
si al resto hemos descubierto 
y estamos totalmente dispuestos 
a ser sus juguetes muertos? 

sábado, 27 de agosto de 2011

things i like

clarificadores cielos de agosto encapotados por nubes imaginarias,
estados de salud mental agria como leche en la nevera postvacacional.
esperas en círculos sobre aeropuertos congestionados nasalmente.
orgullos de mediodía a sabiendas de las debilidades ajenas.

bajantes desde tejados altísimos por las que asoman las telarañas.
porciones de sentimientos recalentados servidos en buffets libres.
insobornables espíritus de otra dimensión marcando tendencias.
peticiones de mano en contenedores de basuras reciclables.

llamamientos al orden por parte de agentes infecciosos contagiosos.
pérdidas de compostura al descoserse los botones del mando a distancia.
policías antidisturbios con porras de hojaldre sobre un coulis de fresa
atacando a manifestantes hipnotizados por los vahos de eucalipto.

misas negras en mareas de tinta de calamar gigante al anochecer.
paseos a la luz de las urnas electorales, pero sólo los martes.
contracciones traqueales producidas por devorar doscientos peta zetas.
granadas de mano para volar la imaginación de la seborrea galopante.

esturiones de piscifactoría desovando sus caviares por las esquinas.
catálogos del teletienda para multimillonarios venidos a menos.
espasmos de síndrome de estocolmo remitiendo por salir del metro.
curvas atrevidísimas cruzando pasos de cebra con el semaforo en ámbar.

pájaros de la noche revoloteando sobre víctimas perseguidas por hacienda.
vinilos de grupos indies cosidos con un finísimo hilo musical de ascensor.
pensamientos abruptos sobre divinidades hindúes en la cola de la pescadería.
polaroids de taiwanesas con los nombres cambiados para no ser las raras.

espuma de afeitar blanca en el cuero cabelludo para disimular las canas.
carraspeos involuntarios al saberse calado por artistillas malcriados.
medias noches rellenas de foie hecho con hígado de beodo recurrente.
catársis mentales en días de diario, no necesariamente en invierno.

viernes, 12 de agosto de 2011

Gastronomías Emocionales



Encender los ojos al nuevo día
es derretir la parafina del universo.
Introducir en los pulmones sus vapores
produce cáncer mortal de necesidad,
pero no queda otra.
A ver si nos entendemos,
todos estamos hechos
de la misma pasta fresca.


Lo que entra
por esos ojos recién abiertos
es sólo parte de los entrantes.
Y siempre el primer plato sabe mejor
acompañado de seres inferiores.
No como con los segundos,
en los que uno reconoce a sus iguales,
aunque sólo sea una ilusión desmedida
de la lucha de egos internos.


Ver al que parte el bacalao
tomar cartas en el asunto
es toda una experiencia.
Con esa autoridad que sólo tienen
los que han estudiado las esencias
de cosas importantísimas
que se enseñan sólo a las mentes inquietas
en escuelas donde ganar se gana mucho
pero se pierde la inocencia.


Sin embargo,
es siempre a los postres
cuando se descubre el pastel.
Son los dulces entonces
una declaración de intenciones,
sin excepción.
Se hace uso de las riendas,
indiscriminadamente,
y se obedece sin disimulo
con la elegancia de los muertos,
que por no llevar,
no llevan ni la contraria.


Y es ahí,
y sólo ahí,
cuando se ve esa pasta
de qué está rellena.
Entre los cafés,
las copas vacías
y los digestivos,
cuando se pide la cuenta.
Es ahí cuando quien paga, 
paga, 
y quien es convidado
dimite de sus funciones.
Y, evidentemente,
se ven los plumeros
desde la copa 
de las palmeras.


Para entonces no sabemos,
estamos totalmente seguros
de la indigestión.
Sabemos que el dolor
será permanente
aún viendo a un especialista.
Se producen entonces
juramentos infames
invocando el nunca jamás
sabiendo a ciencia cierta
que la tentación nos puede,
a quién vamos a engañar.


Así que propongo,
de ahora en adelante,
no tomarse las comidas
a la tremenda.
Pedir de la carta 
con libertad
y franqueza
siempre lo que más 
nos apetezca.
Beber sin mirar atrás
buscando de reojo
a quien nos persigue,
la conciencia.
Y al pagar,
pagar todos a escote,
por aquello de mantener
un poco la decencia.




sábado, 6 de agosto de 2011

Sin-Sen-Tido





Deliberadamente sin tiempo para pensar mucho en nada
tengo la sensación de estar renaciendo continuamente. 
Como si los días se hicieran tan cortos y tan distantes
que las noches se dulcifican para mantener este equilibrio.

La decepción que atenaza las almas de los involuntarios actores
está a la orden del día en cuanto a esperanzas se refiere.
Cuanto más salgo, más lo veo, más lo siento, más lo huelo;
cuánta desilusión resignada asoma por los balcones!!

Regados por la las aguas del conformismo, anegados por ellas,
los veo mirar hacia delante sin convicción alguna,
como si estuvieran cumpliendo un castigo ejemplar
por un delito que saben que nunca han cometido.

Veo sus ojos mirarme con extrañeza mientras los observo,
veo en su mirada un miedo escénico completamente innecesario.
Veo las carencias enterradas en susurros y caricias falsas.
Veo el color de sus almas difuminarse sin remisión por el desagüe.

Pasan rozando frente a mí, casi sin sentirlo, casi sin saberlo, 
interpretando papeles que ni han elegido ni saben expresar.
Quizá sea eso lo que pasa cuando la mentira interior es tan grande
que tan solo mirarla de frente supone la muerte clínica.

Y lo sé porque me reconozco en ellos, yo también estuve allí.
Yo también escupí sobre mis valores, yo también me odié por ello.
Yo también me engañé a mí mismo de esa indecente manera
que hace que engañar al resto de la sala sea tan sencillo.

De qué nos reímos tanto si aún no hemos hecho las maletas
para el viaje más importante, el único que realmente importa?
Por qué andamos tan de puntillas sobre nuestras esencias
y pisamos tan fuerte sobre esta tierra de banalidades? 

Dónde exactamente se perdió la esperanza, el ideal?
Quién dijo que no somos dueños sino dóciles siervos
de nuestras más oscuras pasiones y secretos anhelos?
Y por qué me da la impresión de estar hablando sólo?

Impresionantes despliegues de medios para tramas sin sentido;
saludos vacíos a viajantes que nunca se han ido, ni se irán.
Pesquisas profundas sobre asuntos tan tremendamente baldíos 
desenfocan los verdaderos placeres y los hacen ficticiamente continuos.

Tengo que reconocer que no me inquieta, pero me entristece
ver que no hay salida de esta jaula de peces amarillos,
tan sólo porque no se ven los barrotes y estamos convencidos
de que ésto es lo que hay, y no tiene ningún sentido.

lunes, 1 de agosto de 2011

Pretenciosamente Absurdo



Simpleza explícita
necesita de las alas
del sentido más primario,
el hambre.
Catacumbas al anochecer
suenan a tambores de guerra
cuando amanece.
Pensamientos corrompidos
saben a pieles tersas
con menos primaveras que la mía.
Propongo no mirar al cielo
para pedir imposibles
hasta mañana.

Un jinete a lo lejos me evoca
la carrera contra el tiempo
en la que voy a perder,
seguro.
Y acostumbrarse a perder
es como ceder a la presión
en un ritual tribal moderno.
Junto los dedos índices de las manos
y pretendo pedir
un deseo a la oscuridad,
que resulta inútil,
pues la oscuridad
no habla mi idioma,
ni falta que le hace.

Qué pretencioso me vuelvo en la euforia,
y, a la vez,
que anaranjado me hace verme.
Dejar de repente de buscar cebada
en un campo de centeno,
ayuda,
sin duda.
Separar el grano de la paja
debería ser deporte nacional,
pero va a ser que no.
Y yo digo que sí al trigo sucio,
siempre que venga
bien aseado de casa.

¿Para qué intentar convencer
a nadie de nada
si nada sé ni me importa?
¿Para qué darte el coñazo
con teorías súper elaboradas
si tu estás mejor sólo?
¿Para qué intentar explicarme
si tus ojos saben que miento
día sí y día también?
¿Y para qué darte
el placer de echarme
si ya sé dónde está la puerta?

Estando aquí sentado
se me ocurren
tantas tonterías a la vez,
así,
inconexas,
que al juntarlas
cobran sentido con intereses,
como toda buena sarta de idioteces.
Será que cuanto más juntos
están los sinsentidos entre sí
más clarividentes se vuelven
para unos ojos mundanos
como los míos.

Y no son los ojos
los que marcan
la diferencia al final,
no son las pupilas.
Ni son las telas de fondo
que anidan tras ellos,
es lo que hay detrás.
Al correrlas,
descubren a mi juicio
y a mis sentidos,
mi mundo
y mis abismos.
Te guste o no,
en el fondo,
son ellos los que te miran.

Respirarte sin mascarilla
me da una alergia
que no me quitan las pastillas.
Y ya tengo bastante sueño de normal
como para narcotizarme artificialmente.
Así que lo mejor será
darle un tiempo
al bochornoso carácter de estos días
y dejar las incredulidades
y las náuseas vecinales
para los dias venideros.

Mientras,
haré aguas en alta mar
con marejada de gruesa
a muy gruesa.
Y, por si acaso,
no pensaré en volver,
no sea que me ahogue
y encima me guste.
Eso sí,
te traeré de recuerdo
un erizo de mar
y una estrella también de mar
porque no me veo
trayéndote un coral,
que me lo inutilizas.