miércoles, 27 de junio de 2012

Insuficiencia Vital





No basta con respirar, 
bombear sangre, 
subir la persiana, 
saciar el hambre. 
No es bastante con nadar 
a favor de la corriente. 
Ni recorrer caminos andados 
sin pararse en el presente. 

No sirve de nada hablar 
sin tener nada que decir. 
No hay honor en pensar 
sólo por y para mí. 
Se antoja pretencioso 
intentar predecir 
que no nos va a alcanzar 
con únicamente vivir. 

No es suficiente 
no rebuscar en los contenedores, 
tener un trabajo digno, 
creerse más que "la gente". 
Tener la nevera llena, 
los domingos ir a la iglesia, 
contribuir a hacienda 
y no morirse de la pena. 

Soñar estando dormidos, 
andar sin rumbo fijo, 
ver a través del cristal, 
despistarse por el ruido. 

Lo que aguarda escondido 
detrás de los arbustos, 
es la vida pidiendo paso 
y le gusta ir dando sustos. 
Hace falta valentía 
para degustar sus frivolidades 
como momentos irrepetibles 
en vez de hacer un mundo 
de las acaecidas vicisitudes; 
queramos o no queramos 
se transitan todos juntos. 

Quizá lo único importante 
antes de apagar las luces 
es saber que no me salva 
en la pared colgar cruces, 
sino creer en el amor, 
saber que sufre desgaste, 
que el tiempo lo arrastra, 
indolente y cansado, 
sin importarle demasiado 
si creo o no que alguna vez 
tuve el valor de amarte.  


martes, 19 de junio de 2012

Pasos Falsos





Cuando volviendo a casa
con cierto aire distraído 
me ves en una terraza 
y te decides a bote pronto 
hacer, como siempre, 
algo que no es de recibo.
Porque sí, es verdad, 
contra todo pronóstico, 
resulta que sigo vivo. 

Cuando te acercas y dices hola, 
y yo me hago el sorprendido. 
Formalmente te presento, 
todo muy limpio,
todo muy aséptico. 
Dices que te alegras de verme 
y para constatar eso 
te haces la simpática. 
Pero allí todos sabemos 
qué estás escondiendo. 

En qué estás pensando? 
No ves que no tienes derecho 
a ejercer tu desprecio 
y luego pretender que puedes 
acercarte a darme dos besos?

Hay algo ahí dentro, 
en eso que llamas cerebro, 
que funcione mínimamente, 
o te ha dado mucho el sol 
y no llevabas sombrero? 

La primera tiene un pase,
la segunda no te la consiento.
Muestra un poco de respeto,
algo que yo te he concedido.
Y sí, somos iguales,
también me lo he merecido.

Que conste que no es un deseo, 
no te lo estoy pidiendo: 
vas a a pasar de largo
cuando me veas de lejos. 
Y si quieres saber algo, 
si de verdad te intereso, 
haz el favor de llamarme, 
seguro que todavía tienes
mi número de teléfono.  

domingo, 17 de junio de 2012

Limonada y Café







Había algo de tierno en sus palabras, en sus ojos.
Miraba con esa mirada del que se sabe condenado sin saber muy bien a qué o por qué. 
Delatado por la pequeña pausa antes de beber a cortos sorbos y perder la mirada de nuevo. 
Sin esperanzas. 
Sin ideales.

Acontecimientos uno detrás de otro le habían llevado hasta aquí. 
Como empujado por el destino, tan sólo por miedo a llamarlo voluntad. 
No le encontraba sentido a nada. 
Y se preguntaba a la vez por la necesidad de darle un sentido a todo. 
Ése había sido su error, decía. 
Haber intentado hacer en vez de haber intentado sentir. 

No había arrepentimiento en sus palabras. 
Como el padre que sabe que se ha excedido en el castigo. 
O el hijo que sabe que ha hecho mal pero no lo entiende porque no se lo han explicado. 
En lo más hondo sabía que el desconocimiento no le eximía de responsabilidades. 

Así que allí estaba, sereno, esperando el desenlace. 
Sin miedo. 
Alerta. 
Con el convencimiento de que nada de lo que pudiera pasar sería peor que un punto y final. 
Sin terminarse la limonada sacó un billete de 10 y lo dejó sobre la mesa. 
Déjame invitarte esta vez, dijo. 

Con una sonrisa se levantó, se puso su sombrero y se despidió de mí con un abrazo. 
Adiós, nos veremos, seguro, en algún otro lugar, en otras circunstancias menos penosas. 
Le observé al alejarse mientras removía los posos del café con la cucharilla. 
A ciegas. 

No volví a verle.


domingo, 3 de junio de 2012

Rien ne va Plus





El sonido de los hielos 
en el fondo del vaso. 
Un último vistazo alrededor 
antes de serme sincero. 
Ese segundo y medio 
en el que la verdad se cae, 
vacilante, 
por su propio peso. 
Afirmo definitivamente, 
estoy en estado ebrio. 

Salgo por la puerta 
sin mirar atrás; 
lio un cigarrillo 
fuera del último bar. 
Esquivando las miradas 
de las damas esquinadas 
me subo a la acera; 
me atacan 
el camión de la basura, 
un coche de policía 
o un taxista de color gris, 
envenenada la ideología. 

La mirada rápida, 
distante. 
Pasos alternos, 
vacilantes. 
Adoquines vengativos 
por ser de otra época 
o sentirse vacíos. 
La avenida me recibe 
con el pan bajo el brazo, 
buscando una luz verde 
que acabe con esta agonía 
y brinde, 
por brindar algo, 
un poco de descanso 
que aunque no es merecido 
me permito el lujo de dármelo. 

Un trayecto por las nubes, 
luces que no buscan el centro. 
Se oye algo a lo lejos, 
sirenas del mar muerto. 
Personajes vomitando, 
colores de piel diversos. 
Una reyerta en un semáforo 
por algo que no es dinero. 
No llego a desorientarme, 
me suenan estos cimientos 
desfilando ante mí, 
navegando el espacio-tiempo. 

La llave que no entra, 
seis pisos eternos. 
Un espejo que se ríe 
de lo que ve dentro. 
Sin pulsar interruptores 
por no turbar la calma, 
entro en el salón 
estando aún despierto; 
el sueño hambriento, 
mi única misión. 

Pantalones rendidos. 
Calcetines a rayas 
desmayados en el suelo. 
Ropa interior despreciada, 
una camiseta al vuelo. 
Tropiezo con algo, 
parece un cable, 
seguramente el del teléfono. 
A mis huesos, 
a sus restos, 
los abraza el edredón,  
me ha echado de menos. 

Son las cinco de la mañana 
y sólo atraviesan mi mente, 
justo antes de apagarla, 
fantasías, 
memorias enterradas, 
ilusiones de tu espalda dormida 
al otro lado de mi cama.