jueves, 27 de diciembre de 2012

Parecía que Sí





Podría parecer que sí,
pero no,
es que no.
Ni yo soy lo que crees,
creer por creer,
ni tú lo que creo yo.

No somos piezas del mismo puzzle,
ni con ganas, 
ni son iguales nuestras nubes 
aunque la lluvia nos caiga igual 
dejando los mismos 
(los mismos!!!!) 
trozos de papel mojado 
entrecruzados y superpuestos 
secándose en el páramo. 

No doblamos el alma igual, 
ni nos desdoblamos. 
No somos esclavos de las palabras, 
ni amos. 

No nos persiguen los mismos fantasmas, 
espíritus en lucha, rabiosos, 
intentando en cada despiste 
tirarnos del caballo. 

No tenemos los mismos arranques, 
motores rugiendo, 
cada uno a su ritmo, 
ligeramente a destiempo. 

La música nos toca fibras, 
algunas cerca del abismo, 
aunque suenen parecidas, 
ninguna quiere decir lo mismo. 

No cruzaríamos las vías 
por el mismo sitio; 
ni siquiera lo haríamos 
por el mismo motivo. 

Pero qué gran idea conocernos, 
porque tal vez así mis agujeros 
en el suelo, 
en la cabeza, 
en las manos, 
en el tiempo, 
se acaben tapando con la arena 
que cae de tu sombrero. 
Y en los días de invierno 
el calor de mi cuerpo 
te quite el frío 
que acecha a tus huesos. 

Quizá mañana nos demos cuenta 
que las diferencias no importan: 
sólo importan nuestros besos.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Último Aviso




Había en sus palabras 
fuertes y fugaces, 
un dolor certero. 
Sonaban bajas y graves 
como un solo de chelo. 

No había en ellas ni rastro 
del más mínimo miedo. 
Pero lo producían, 
por supuesto,
como sólo lo produce algo, 
algo que es verdadero.

Nos miraba con cara seria, 
ni un músculo en movimiento. 
Salían sonidos de su garganta 
afilados y siniestros 
que entraban directamente 
al centro del corazón ya muerto. 

"Corred por vuestras vidas", 
decía, 
"comienza el siglo de fuego. 
Esas pulseras que lleváis 
no os darán acceso al cielo." 

"No niego que veros deambular 
sin un ápice de aliento 
me produce un extraño,  
desasosegado desprecio. 
Es que ninguno de vosotros
va  a romper el silencio?"

"Se impone tomar decisiones: 
es de obligado cumplimiento 
tomar cartas en el asunto, 
rasgar las tripas desde dentro." 

"No es que no haya opciones, 
es que se nos acaba el tiempo. 
No oséis esbozar una sonrisa!!"
Lo decía completamente en serio. 

"Han diseñado para nosotros 
un futuro muy incierto 
y lo tomáis como bueno 
por no hacer ruido, 
por ser demasiado lentos." 

"Nos van a mantener vivos 
suplicando por estar muertos. 
Nos embalsamarán sin pena 
en un ataúd de lamentos." 

"Lo que hasta ahora hemos vivido 
no ha sido más que un sueño: 
uno que nos han dejado soñar 
mientras planeaban nuestro entierro."

"Es ahora o nunca, 
queridos compañeros: 
o hacemos saltar la banca 
o se nos acabó el juego." 

Le miramos todos, 
incrédulos. 
Poco a poco nos fuimos yendo. 
Le dejamos allí solo, 
con la desesperación meciendo
sus largos cabellos al viento. 
Todos muy dignos, 
todos muy enteros. 
Pero nadie, 
y digo nadie, 
salió de allí con la cabeza alta, 
sin las orejas gachas, 
con algún convencimiento 
de estar haciendo lo correcto. 

Todos distraídos,
en las nubes, 
ninguno huyó sabiéndose
con los pies en el suelo. 


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Duelo de Medianoche





Una noche cualquiera, 
un vino lila. 
Un paseo iluminado, 
palabras que no eran frías. 

Una parada improvisada, 
un personaje que bebía. 
Una intuición velada, 
una reacción encendida. 
Una cuestión de confianza, 
un ataque que defendía. 
Un dolor en el pecho, 
una cura afilada y canina. 
Un sabor amargo, 
no se iba tragando saliva. 
Una concatenación de faltas, 
el árbitro se aburría. 
Un par de amagos de paz, 
una cascada de ironías. 
Una línea que no cruzar, 
cuestión de supremacía. 
Unos ojos que quieren llorar, 
unas lágrimas esquivas. 
Una personalidad desbocada, 
unos razonamientos de mentira. 
Una persecución de los hechos, 
un juicio a medida. 
Una condena ejemplar, 
una pena de vidas vacías. 

Un desprecio soberano, 
unas horas de sueño sombrías. 
Un despertar angustioso, 
una despedida anodina. 
Un triste viaje en tren, 
sensaciones arrepentidas. 
Un vagón inmóvil, inerte, 
la mente intranquila. 
Una terapia paternal, 
una desdicha comprendida. 
Un agujero en el tórax, 
una necesidad infinita. 

Un salto al pasado, 
una lección ya aprendida. 
Erosión de autoestima 
no son los años perdidos, 
no es la ira contenida. 
Es seguir los mismos pasos, 
son las penurias ya vividas. 

Motivos Aparentes





No teniendo motivos aparentes,
con todo atado y bien atado,
aún hay ahí fuera
razones para arañarte el oído
haciéndote pasar frío 
antes de que alguien muera.

Palabras formando frases,
frases formando enunciados.
Enunciados hostiles
cualquiera que sea tu dictado.

Mira lo que hago
con tus pensamientos gastados;
mira lo que hago
con tus tristes pecados:
los cojo de los pelos,
los desnudo,
los baño,
los seco,
los peino,
los adecento.
Y ahora son más tus sueños
que escombros del pasado.

Hazlo tú con los míos
ahora que estás envalentonado.
Ahora que te ves con fuerzas 
atrévete a pensarme abierto.
Deja al miedo de lado,
no porque tenga o no razón,
sino porque, 
pase lo que pase,
no voy a soltarte la mano. 

Ideales Mortales





Siempre los ideales altos, 
la camisa planchada. 
Mirada de dudar poco, 
confianza prefabricada. 

Los nervios en un manojo 
atados con rama de olivo 
le hicieron guardar sin querer 
el dolor en un bolsillo. 
Un dolor metálico, 
tintineaba con las monedas. 
Se equivocó al dar el cambio, 
entregó sus lágrimas secas. 

Dos de cada tres veces 
que acierta a salir de casa 
tropieza con el mismo escalón 
que está manchado de grasa. 
Habiendo pensado en limpiarlo 
al final siempre se olvida: 
no hay espacio en su cabeza 
para las mundanales rutinas. 

Sin aparente miedo a nada, 
sin delitos ni faltas, 
siempre mirando al horizonte 
con la cabeza bien alta. 
Gustándose en frases hechas 
al dictado de la desidia: 
desesperanza disfrazada 
de una ácida ironía. 

Todo por mantener cerrada 
la boca de la certeza, 
lanzándole trastos viejos 
contra su propia cabeza. 

Se cayó de la cama 
una noche de Marzo. 
Un dolor desde el pecho 
hormigueaba por el brazo. 
Arrancando el dosel, 
aferrándose a vivir 
a una vida dedicada 
a simplemente huir.