viernes, 1 de febrero de 2013

Dónde Estábamos?





No me digáis que 
no se veía venir: 
llevamos generaciones 
haciendo oídos sordos 
ante el cataclismo 
que acaba de llegar. 
Décadas fraguándose, 
delante de nuestras narices, 
mientras nos daban hostias 
arrodillados en el altar. 

Dónde estábamos todos 
mientras se hacían experimentos,
 políticos, 
lejos, 
allá en ultramar, 
dónde nada veíamos, 
dónde no oíamos a la gente gritar? 

Qué estábamos haciendo 
mientras robaban al pueblo 
los impuestos, 
las tierras, 
la capacidad de decidir, 
la libertad? 

Dónde teníamos la cabeza 
cuando vendíamos armas 
a tribus “salvajes”  
para revolverlas en guerras,
entre ellos mismos, 
y así distraídos 
la riqueza de sus países 
pudiéramos saquear 
con total impunidad? 

Petróleo, algodón, seda, 
café, soja, tungsteno, 
minerales rarísimos 
para la pantalla del teléfono. 
Medicinas probadas en niños 
que no pueden, 
(no pueden!!!!), 
ni siquiera protestar 
para que cuando las tomemos nosotros 
sepamos a ciencia cierta 
que funcionan más o menos, 
que no nos van a matar. 

Trabajos esclavos, 
aquí, allí y allá, 
pobres gentes haciendo de todo, 
de sol a sol, 
con la única esperanza 
de que mañana se van a levantar. 
En serio pensabas que 
una camiseta por dos euros 
es un precio justo de verdad? 

Destrucción de la vida en la tierra, 
talando selvas enteras, 
llevando especies a su extinción 
y a otras al borde ya. 
La vida humana no vale nada, 
eso sí, lejos de nuestro portal, 
sin darnos cuenta de que, 
a la hora de negociar, 
el precio es a la baja 
y en algún momento al final 
tampoco la nuestra valdrá nada: 
principio de economía 
de sociedad global. 

Hemos estado robando, 
como país, como sociedad, 
a los más débiles, 
haciendo la vista gorda. 
Eso, a nosotros, 
no nos sucederá jamás. 
Pues lo siento, 
no es verdad, 
siento decir que el experimento 
les ha salido genial. 
Tan bien que ahora 
han decidido 
que ya es hora 
de con nosotros probar. 

Hemos sido compinches 
del poder establecido 
a cambio de las migajas, 
de una fingida seguridad. 

Y ahora lloramos, 
maldecimos, 
hacemos aguas. 
Nos ha llegado la hora a nosotros 
y hemos consentido tanto 
que cómo los señores de arriba 
van a pensar 
que merecemos algo la pena, 
que somos de fiar, 
si hemos traicionado 
a nuestra propia especie 
por tener sobre la mesa hoy el pan. 

Lloriquear ahora ya no vale, 
las lágrimas están de mas. 
Les hemos permitido todo 
sin rechistar. 
Y tampoco vale el decir que no sabíamos, 
que nos han vuelto a engañar. 
Que nosotros no hemos hecho nada, 
tan solo la mirada apartar. 
La verdad es única, 
la culpa no es de los demás: 
somos totalmente responsables 
de lo que está por pasar. 
Sí, queridos compañeros, 
al final del banquete 
resulta que hay que pagar. 

Es triste, 
pero también una oportunidad, 
que sólo nos indignemos 
cuando en nuestras casas 
les veamos entrar 
a robarnos la comodidad. 
Quizá sea ahora el momento, 
el momento de empezar a pensar. 

Es hora de asumir, 
de hacer autocrítica, 
de pedirnos responsabilidades, 
sin miedo, 
y con decisión actuar. 
Somos todos iguales, 
de ahí es de donde hay que empezar. 
No se puede decir más claro, 
pero más alto se puede gritar: 
ya está bien, 
basta ya 
de hacernos los distraídos 
ante la desgracia de los demás 
y darnos cuenta de que, 
o salimos todos de esta vorágine 
de egoísmo y acumulativa ansiedad, 
o desaparecemos como sociedad, 
o, lo que es peor, 
como especie, 
lo cual, 
visto lo visto, 
igual es lo mejor 
que a este planeta, 
enfermo y triste, 
le podría pasar.