Alucinógenos gérmenes consentidos
en largas tardes de invierno.
Azules pastillas de atrevimiento
que se atragantaron sin remedio.
En hojas en blanco masticadas
con los dientes amarillentos
unos lápices sin punta escriben
versos de tiempos pretéritos.
Lo confieso, lo he consentido:
a mí, mis propios miedos.
A ti, tus finos hilos
moviendo mis tristes dedos.
A vosotros, compinches en vida,
los más variopintos excesos.
Y miradas de dulce envidia,
a ellos, personajes ajenos.
Qué siniestros se vuelven los recuerdos
cuando nos sabemos culpables y reos.
Qué ignorantes enanos vemos
al mirarnos en los espejos.
Qué heridas supurantes vamos a cicatrizar
si en ellas vertemos venenos?
Qué hacemos aquí parados
viendo pasar el tiempo?
Qué esperamos encontrar valioso
si hemos perdido el centro?
Qué queremos para nosotros
si al resto hemos descubierto
y estamos totalmente dispuestos
a ser sus juguetes muertos?