Si le doy la espalda al siempre
y miento al nunca más
me surge siempre el depende,
y se hace patente el jamás.
Y si miro a los ojos al quizá
con fingida seguridad
el resultado al final del día
es que ya todo me da igual.
Por mucho que me esfuerzo
la respuesta siempre es no.
Por mucho que el tiempo pase
me sigue causando dolor.
Por mucho que lo piense
aún tengo palabras de amor
que dicen que tú ganaste
mucho más de lo que perdí yo.
No son las promesas incumplidas,
ni es la esperanza del adiós.
Es el tiempo que pasamos
traicionados por nuestra voz.
Creímos que éramos los únicos
hablando el idioma del volar
en un mundo de mentira
que pensamos podríamos cambiar.
Convertimos el sueño en deseo carnal,
lanzamos los dados al aire
sin pensar en el riesgo que había
al convertir el cariño en banal.
Así nos separaron los secretos,
la desidia,
las mentiras
y un millar
de situaciones desesperadas
por no saber vivir
sin tener a quien amar.
Ahora somos tan distintos
como nuestros besos
mucho antes del final
y los que se dan
dos extraños en un bar.
Besos,
nunca imaginamos
que nos iban a matar.
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