No basta con respirar,
bombear sangre,
subir la persiana,
saciar el hambre.
No es bastante con nadar
a favor de la corriente.
Ni recorrer caminos andados
sin pararse en el presente.
No sirve de nada hablar
sin tener nada que decir.
No hay honor en pensar
sólo por y para mí.
Se antoja pretencioso
intentar predecir
que no nos va a alcanzar
con únicamente vivir.
No es suficiente
no rebuscar en los contenedores,
tener un trabajo digno,
creerse más que "la gente".
Tener la nevera llena,
los domingos ir a la iglesia,
contribuir a hacienda
y no morirse de la pena.
Soñar estando dormidos,
andar sin rumbo fijo,
ver a través del cristal,
despistarse por el ruido.
Lo que aguarda escondido
detrás de los arbustos,
es la vida pidiendo paso
y le gusta ir dando sustos.
Hace falta valentía
para degustar sus frivolidades
como momentos irrepetibles
en vez de hacer un mundo
de las acaecidas vicisitudes;
queramos o no queramos
se transitan todos juntos.
Quizá lo único importante
antes de apagar las luces
es saber que no me salva
en la pared colgar cruces,
sino creer en el amor,
saber que sufre desgaste,
que el tiempo lo arrastra,
indolente y cansado,
sin importarle demasiado
si creo o no que alguna vez
tuve el valor de amarte.