lunes, 6 de mayo de 2013

Éramos Seis






Éramos seis,
de seis quedamos cinco.
El que se fue,
antes de irse,
dejó un vacío
en un rincón,
las ganas
en un cajón
y bien cortado
el limón.

Así que teníamos
ganas de hablar,
tabaco,
varios mecheros
que al final de la noche
cambiaron de dueño,
cinco vasos,
hielo,
rodajas de limón,
refresco de cola
y ron. 

En el escenario 
verdades como puños,
mentiras como encinas.
Saltos al pasado
pasando por encima
de recuerdos,
ideas,
principios
y las ramas caídas 
del árbol de la vida,
de las que no brota savia,
sólo pegajosa resina.
Sus hojas en movimiento 
mecidas por el viento 
del desconocimiento 
en señal de duelo.
En su atrevimiento, 
erguidas, 
huyen del suelo.

Hablar por hablar.
Ideas gastadas,
repetidas 
hasta el hastío, 
se hicieron fuertes 
en el neocórtex 
tomando como rehenes 
a los sueños, 
la imaginación, 
la creatividad 
y la opinión. 

Avanzando
por la ciénaga
de la corrección,
las expectativas,
la educación,
los imposibles
y la razón
toca al final
decidir
si voy o no
a hacer leña 
de los brazos caídos
a manos 
de la desesperación. 

Ninguno de nosotros 
salió a salvo, 
vivo, 
ni sobrio 
del licor 
de alta graduación
obtenido
de la fermentación
de las palabras agrias
de aquella conversación. 





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