miércoles, 9 de noviembre de 2011

Azufre para Desayunar




Sé que algo no anda bien
según entras por la puerta.
El tono de tu voz, 
el timbre, 
son signos inequívocos del sudor
bajando por tu espalda, 
tus manos, 
tan frío que eres capaz de ignorar
el sentido que tiene para mí llorar.

Noto en mi nuca la respiración
de tus intenciones con olor a azufre.
A mí también me vienen mal dadas
de cuando en cuando,
pero mi cara mala me la guardo
para mi espejo del salón
no para tus gin-tonics de madrugada.

Que me retires el saludo,
que no me preguntes nada,
que no te apetezca verme
por alguna chiquillada.
Que creas tener razones
para empujarme a un lado
porque dije alguna cosa
e hice la contraria.

Sentirme cuestionado
por tus juicios de mermelada
no hace más que ponerme
en estado de alerta naranja.
Qué pasa que no me conoces?
Por qué esa cara rara?
Si estoy para lamer heridas,
para bañarme en tus risas,
para cuando tenemos frío,
para cuando nos tocan la fibra, 
para las buenas y para las malas?

A todo esto soy permeable,
no creas que no me hacen mella
estas situaciones descaradas. 

No creas que no miro por la ventana
pensando en llamarte por tu nombre
y tragarme tus cortas pero afiladas,
claras pero sangrantes charlas. 
Me pone más triste tu desprecio
que doscientas historias de amor
por la rutina mal terminadas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario