lunes, 25 de noviembre de 2013

Re-Unión



Café y confusión 
con tostadas 
para el desayuno: 
fue la noche extraña.
Adormecida el alma, 
sin sueño, 
vibrando en calma. 
La distraigo: 
limpieza de polvo, 
cambio de sábanas, 
salir de compras, 
vaciar el alma. 

Al llegar a casa 
saludan las plantas. 
Ni un ruido dentro, 
hablan solas las ventanas. 
Me siento un momento, 
tomo un poco de distancia 
del cansancio que llevo dentro, 
de la electricidad de las entrañas. 

Bajo el microscopio,
una gota
de mi sangre alterada. 
Hay movimiento, 
plaquetas dinámicas.
Glóbulos rojos distraídos,
blancos en huelga encubierta. 
Neuronas discutiendo 
sin cederse la palabra. 
Un debate inútil 
entre ideas fértiles
y emociones áridas. 

Con aguja e hilo negro 
me inoculo en el torrente 
una ración de pausa, 
una dosis de ya basta. 
Me desmayo un momento, 
las cuencas se quedan blancas.

Recupero el conocimiento, 
estoy sentado en la sala. 
Hay un tipo vestido 
con mi camiseta gris, 
con mis gafas de pasta. 
Sentado enfrente de mí, 
apuntándome su mirada.

Es idéntico a mi, 
excepto por la piel clara. 
Es mi lado sobrio
que acude, 
raudo, 
a mi propia llamada. 

La reunión prevista 
es mirarme a la cara. 
Es decirme con palabras 
lo que siento, 
cómo estoy, 
por qué ruge la mente, 
por qué hay en mi barba, 
de repente,  
tantas blancas canas. 

Es asumir 
que no hay verdades claras. 
No tengo la razón, 
pero tampoco 
está mi mente 
del todo equivocada. 



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