miércoles, 20 de abril de 2011

el




él.
estaba seguro de poder conquistar aquella tierra prometida. pensó que la insistencia y su propio amor bastarían. confiaba ciegamente en ello y eso fue su perdición.
él.
dejó al destino y la improvisación como los encargados de convertir sus sueños en realidad. permitió a esos sueños crecer dentro de él y hacerse demasiado grandes como para jugar con ellos.
él.
cuando su alma empezo a agrietarse, no le dio importancia, tan solo un soplo de esperanza basto para aguantar el dolor. pero el dolor permanecía allí, oculto, pero certero y afilado.
él.
y cuando el dolor se hizo tan latente que nada podría escapar de él, cuando el sentimiento se volvió oscuro y afloraron la rabia y la ira, entonces fue cuando se dio cuenta de que era demasiado tarde. demasiado tarde para él. demasiado tarde para ella. demasiado tarde para aquel ingenuo sueño.
él.
salió de aquella ilusión caminando hacia la orilla y, al dejar la espuma de las olas atrás, se giró y miró aquel mar infinito que dejaba atrás. vio la intensa belleza de aquellos tonos azules y verdes, sintió el perfume de aquel salitre ácido y el sabor en su boca. la última ola salpicaba sus pies, justo antes de retroceder para morir dentro del oceano.
él.
por entonces ya había lágrimas corriendo por sus mejillas. por entonces había despertado del todo. era libre de nuevo. y entonces volvió a girarse. levantó la vista. y, venciendo el deseo de mirar hacia atrás, caminó adentrandose en la espesura de la jungla.

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