viernes, 15 de julio de 2011

MAD

tejas rojizas como un campo de amapolas, salpicadas por el blanco atrevimiento de las fachadas y la indiferencia de los grises que desearían ser mas intensos. una enorme pecera de cristal cuyos limites no se ven, no se tocan, pero se sienten, tan cristalinos que parecen no estar, pero tan sólidos y reales que da miedo acercarse. unas aguas tan cálidas como la matriz de la que todo proviene, o al menos eso me dijeron y me lo creí. esa tranquilidad de lo conocido y lo familiar, de lo confiable y de lo seguro, hace que amarla sea un deber del que no hay posibilidad de huída. contraje una deuda de sangre con ella y pasaré el resto de mi vida pagándola con una mezcla de resignación y despecho para darme cuenta después de que así he elegido hacerlo.

y lo elijo. aún y todo así es. a sabiendas. a trompicones, pero con decisión. a fuerza de la costumbre de hablarla y besarla y tocarla; por sus embriagadoras noches, largas e inspiradoras, por sus días, tan tristes por no ser tan ceniza como les gustaría, por no ser tan amargos como pretenden ser. ocultando su dulzura como una luna entre las nubes, intentando convencer de su hostilidad sin creerselo del todo. dando a entender que no, que no es lo que es, que no siente lo que siente ni hace sentir de esa manera que sólo los que viven en ella saben con una certeza que duele y a la vez acaricia como solo una madre sabe hacer.

tal vez la abandone, tal vez más pronto que tarde. tal vez le sea infiel con horizontes de mar y sueños de cielos más abiertos y puros. tal vez me deje conquistar por atardeceres tan naranjas como yo mismo, tal vez me permita el lujo de mentirme y olvidarla metiéndola en una cajita de porcelana en algún lugar entre mis recuerdos. tal vez sea decisión del destino que forme parte de mí durante solo un tiempo. tal vez haya sido tan dura conmigo que no soy capaz de entenderla y amarla al mismo tiempo. tal vez sea que no estoy preparado, tal vez sea que es demasiado para mi pequeña mente mundana.  

hasta que ese momento llegue, hasta que el día de partir y dejarla sea una x en el calendario, no puedo más que agradecerle haberme dejado estar aquí. haberme dejado vivirla como lo he hecho. haberme dejado caminarla y mirarla con admiración y respeto. haberme permitido ensuciarla, insultarla, despotricar de ella y volver después a su seno con lágrimas en los ojos. haberme dejado ver sus entrañas al descubierto, haciéndome sentir su dolor como mío propio. haberme dejado ser tan parte de ella como yo he querido, haberme infectado con sus virus de grandeza y placer. haberme dejado vislumbrar cómo de bella puede llegar a ser y cómo de hostil le gusta aparecer a los ojos extraños.

ella me lo ha dado todo sin preguntar, y es sólo su indiferencia cada vez que salgo por esa puerta la que me parte el corazón en el fondo. pero de alguna manera simpre formaré parte de ella. porque me ha visto llorar desconsolado, me ha visto caminar de la mano del candor, me ha visto romper cristales contra el suelo. me ha visto perdido en su mar de asfalto y cemento armado, me ha tenido en la palma de la mano guiando a otros por sus recovecos. me ha visto mojado y aterido, y también suplicando clemencia a los astros. y también me ha cuidado frente a los desvarios estivales y me ha sacado de la pobreza de mis más profundas miserias.

éste día, éste lugar, ésta sensación, ésta realidad. vivir aquí. vivir en Madrid. y no querer vivir en ninguna otra parte.

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