lunes, 1 de agosto de 2011

Pretenciosamente Absurdo



Simpleza explícita
necesita de las alas
del sentido más primario,
el hambre.
Catacumbas al anochecer
suenan a tambores de guerra
cuando amanece.
Pensamientos corrompidos
saben a pieles tersas
con menos primaveras que la mía.
Propongo no mirar al cielo
para pedir imposibles
hasta mañana.

Un jinete a lo lejos me evoca
la carrera contra el tiempo
en la que voy a perder,
seguro.
Y acostumbrarse a perder
es como ceder a la presión
en un ritual tribal moderno.
Junto los dedos índices de las manos
y pretendo pedir
un deseo a la oscuridad,
que resulta inútil,
pues la oscuridad
no habla mi idioma,
ni falta que le hace.

Qué pretencioso me vuelvo en la euforia,
y, a la vez,
que anaranjado me hace verme.
Dejar de repente de buscar cebada
en un campo de centeno,
ayuda,
sin duda.
Separar el grano de la paja
debería ser deporte nacional,
pero va a ser que no.
Y yo digo que sí al trigo sucio,
siempre que venga
bien aseado de casa.

¿Para qué intentar convencer
a nadie de nada
si nada sé ni me importa?
¿Para qué darte el coñazo
con teorías súper elaboradas
si tu estás mejor sólo?
¿Para qué intentar explicarme
si tus ojos saben que miento
día sí y día también?
¿Y para qué darte
el placer de echarme
si ya sé dónde está la puerta?

Estando aquí sentado
se me ocurren
tantas tonterías a la vez,
así,
inconexas,
que al juntarlas
cobran sentido con intereses,
como toda buena sarta de idioteces.
Será que cuanto más juntos
están los sinsentidos entre sí
más clarividentes se vuelven
para unos ojos mundanos
como los míos.

Y no son los ojos
los que marcan
la diferencia al final,
no son las pupilas.
Ni son las telas de fondo
que anidan tras ellos,
es lo que hay detrás.
Al correrlas,
descubren a mi juicio
y a mis sentidos,
mi mundo
y mis abismos.
Te guste o no,
en el fondo,
son ellos los que te miran.

Respirarte sin mascarilla
me da una alergia
que no me quitan las pastillas.
Y ya tengo bastante sueño de normal
como para narcotizarme artificialmente.
Así que lo mejor será
darle un tiempo
al bochornoso carácter de estos días
y dejar las incredulidades
y las náuseas vecinales
para los dias venideros.

Mientras,
haré aguas en alta mar
con marejada de gruesa
a muy gruesa.
Y, por si acaso,
no pensaré en volver,
no sea que me ahogue
y encima me guste.
Eso sí,
te traeré de recuerdo
un erizo de mar
y una estrella también de mar
porque no me veo
trayéndote un coral,
que me lo inutilizas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario