sábado, 6 de agosto de 2011

Sin-Sen-Tido





Deliberadamente sin tiempo para pensar mucho en nada
tengo la sensación de estar renaciendo continuamente. 
Como si los días se hicieran tan cortos y tan distantes
que las noches se dulcifican para mantener este equilibrio.

La decepción que atenaza las almas de los involuntarios actores
está a la orden del día en cuanto a esperanzas se refiere.
Cuanto más salgo, más lo veo, más lo siento, más lo huelo;
cuánta desilusión resignada asoma por los balcones!!

Regados por la las aguas del conformismo, anegados por ellas,
los veo mirar hacia delante sin convicción alguna,
como si estuvieran cumpliendo un castigo ejemplar
por un delito que saben que nunca han cometido.

Veo sus ojos mirarme con extrañeza mientras los observo,
veo en su mirada un miedo escénico completamente innecesario.
Veo las carencias enterradas en susurros y caricias falsas.
Veo el color de sus almas difuminarse sin remisión por el desagüe.

Pasan rozando frente a mí, casi sin sentirlo, casi sin saberlo, 
interpretando papeles que ni han elegido ni saben expresar.
Quizá sea eso lo que pasa cuando la mentira interior es tan grande
que tan solo mirarla de frente supone la muerte clínica.

Y lo sé porque me reconozco en ellos, yo también estuve allí.
Yo también escupí sobre mis valores, yo también me odié por ello.
Yo también me engañé a mí mismo de esa indecente manera
que hace que engañar al resto de la sala sea tan sencillo.

De qué nos reímos tanto si aún no hemos hecho las maletas
para el viaje más importante, el único que realmente importa?
Por qué andamos tan de puntillas sobre nuestras esencias
y pisamos tan fuerte sobre esta tierra de banalidades? 

Dónde exactamente se perdió la esperanza, el ideal?
Quién dijo que no somos dueños sino dóciles siervos
de nuestras más oscuras pasiones y secretos anhelos?
Y por qué me da la impresión de estar hablando sólo?

Impresionantes despliegues de medios para tramas sin sentido;
saludos vacíos a viajantes que nunca se han ido, ni se irán.
Pesquisas profundas sobre asuntos tan tremendamente baldíos 
desenfocan los verdaderos placeres y los hacen ficticiamente continuos.

Tengo que reconocer que no me inquieta, pero me entristece
ver que no hay salida de esta jaula de peces amarillos,
tan sólo porque no se ven los barrotes y estamos convencidos
de que ésto es lo que hay, y no tiene ningún sentido.

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